Si en la entrada anterior nos quedábamos entre la puerta y un final sin conocer el interior de la ley, ¿qué sucederá cuando en el trayecto legal se nos interponen las contrariedades y sucede que esperamos el recorrido infinito de un mensaje que imaginamos portado por un mensajero fiel y seguro?
En el devenir de EL PROCESO de Kafka nos encontramos múltiples encuentros del protagonista con sucesivos oráculos espectrales de la vida ordinaria, desde la limpiadora de la sala del juzgado, hasta un pintor, pasando por un familiar, un comerciante y, por supuesto, un abogado, todos ellos aportando crípticos símbolos con los que descifrar la más correcta estrategia procesal de defensa y absolución.
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
Estos encuentros de naturaleza siempre estrambótica y absurda, aunque llenos de claves de desesperación ordinaria para el acusado, me conducen a una tira de Schulz donde mi héroe perruno cede el primer plano a unas ciudadanas perdidas en el recelo que produce la búsqueda del lugar del proceso.
La pregunta se transforma en motivo de mortificación ante la sorpresa de todos. Pero no acaba de ser tan extraño cuando lo que se trasluce es una vergüenza como el sometimiento a un proceso, cual lo sufre Joseph K.
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
Todo el mundo parece conocer su proceso y ello produce las conductas más extrañas en su devenir.
Así sucede en nuestra reveladora tira cómica, donde el aturdimiento es lo menos que produce y ha de pasarse a seguir el camino interminable.
La reacción airada también recuerda el exabrupto de K. al comerciante en casa del abogado:
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
Pero, volviendo a la viñeta, la pasividad silenciosa de nuestro héroe resulta misteriosa, y la prosecución del camino de vuelta hacia el mismo lado que por donde había venido me reconduce a otra parábola de Kafka titulada UN MENSAJE IMPERIAL y que esto refiere:
El Emperador –así dicen–
te ha enviado a ti,
el solitario, el más miserable
de sus súbditos, la sombra que ha huido
a la más distante lejanía, microscópica
ante el sol imperial;
justamente a ti, el Emperador
te ha enviado un mensaje
desde su lecho de muerte.
Hizo arrodillar al mensajero
junto a su cama y le susurró
el mensaje al oído;
tan importante le parecía,
que se lo hizo repetir.
Asintiendo con la cabeza,
corroboró la exactitud de la repetición.
Y ante la muchedumbre reunida
para contemplar su muerte
–todas las paredes que interceptaban
la vista habían sido derribadas,
y sobre la amplia y alta curva
de la gran escalinata
formaban un círculo
los grandes del Imperio–,
ante todos, ordenó al mensajero
que partiera. El mensajero
partió en el acto;
un hombre robusto e incansable;
extendiendo primero un brazo,
luego el otro, se abre paso
a través de la multitud;
cuando encuentra un obstáculo,
se señala sobre el pecho
el signo del sol; adelanta mucho
más fácilmente que ningún otro.
Pero la multitud es muy grande;
sus alojamientos son infinitos.
Si ante él se abriera el campo libre,
cómo volaría, qué pronto oirías
el glorioso sonido de sus puños
contra tu puerta. Pero, en cambio,
qué vanos son sus esfuerzos;
todavía está abriéndose paso
a través de las cámaras
del palacio central; no acabará
de atravesarlas nunca;
y si terminara, no habría adelantado mucho;
todavía tendría que esforzarse
para descender las escaleras;
y si lo consiguiera, no habría
adelantado mucho;
tendría que cruzar los patios;
y después de los patios
el segundo palacio circundante;
y nuevamente las escaleras y los patios;
y nuevamente un palacio;
y así durante miles de años;
y cuando finalmente atravesara
la última puerta
–pero esto nunca, nunca podría suceder–,
todavía le faltaría cruzar
la capital, el centro del mundo,
donde su escoria se amontona prodigiosamente.
Nadie podría abrirse paso
a través de ella, y menos aún
con el mensaje de un muerto.
Pero tú te sientas
junto a tu ventana,
y te lo imaginas,
cuando cae la noche.
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
¿A qué ventana puede asomarse la justicia? ¿Podría ser el abogado ese mensajero al que se confía tal secreto inescrutable y cuyo mensaje nunca llegará a su destinatario?
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
En EL PROCESO el abogado resulta ser un enfermo en cama, de donde parte oráculos indescifrable para el procesado, pero el apartamiento del mismo acaba siendo fatal para el solitario protagonista.
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
Fernando Ramperez en la misma obra que comentamos en la entrada anterior concluye respecto de esta parábola:
La ley es un mensaje imperial.
Nace de la proximidad de la muerte
y nunca acaba de llegar.
Alegrémonos.
Es mejor que así sea.
"Si alguien a la vista
de estos fenómenos,
dedujese que en realidad
no tenemos emperador,
no andaría muy lejos de la verdad"
(Prejuzgados. Ante la ley.
Jacques Derrida.
Aravigani ed. 2011, pág. 107)
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EL PROCESO, novela gráfica de Montellier y Mairowitz |
Desde luego, parece haber lugar a la desesperación, pero un mensajero paciente ante las adversidades del camino y fiel acompañante de los desventurados puede servir para voltear el destino y por lo menos darle una apariencia que no sea de imposibilidad, sino de esperanza ante lo que vemos por la ventana.